viernes, 16 de octubre de 2015

LISBOA VALENCIA. DAY 2. EL INFIERNO

Sábado, 4:00h, noche cerrada y comenzábamos el segundo día de nuestro camino de Lisboa a Valencia. 

Después de descansar unas cuantas horas venía una de las que creíamos partes más duras del recorrido, por eso decidimos intentar afrontarla toda de noche para evitar al máximo el calor. Pero una de las incógnitas era ver como estaba el cuerpo después de los 350km que habíamos realizado el día anterior.

Comenzamos con una madrugada fresca, pero poco a poco íbamos entrando en calor. La verdad es que las cremas de MADFORM me estaban ayudando mucho, la noche anterior para recuperar, pero sobretodo antes de la salida para que las piernas comenzaran su actividad ya en su sitio. 

Por delante hoy teníamos, ni más ni menos, que 370km. Solo con pensar esta distancia en un día ya parece una locura, pero le teníamos que sumar los 350km de el día anterior, y los que nos quedarían el día siguiente. Pero la idea era llegar a Albacete, y así el domingo poder disfrutar con poco más de 200km por delante.

Pronto estábamos ya en la parte más dura, camino de Ciudad Real. Unos 100km por delante que iban a ser durísimos. Pero el cuerpo comenzó como si el día anterior no hubiéramos hecho nada. Esto nos hizo que avanzáramos mucho las primeras horas y que le estuviéramos recuperando mucho tiempo a nuestras previsiones.  

Pero mi acompañante durante la mayor parte del viaje ya soplaba mucho de madrugada. Mucho viento, mucho viento en contra, que aunque estábamos recuperando tiempo y el ritmo era bueno, no nos dejaba avanzar como nos gustaría. Y todo esto sumado a que la orografía era muy dura y que en 70km no teníamos ningún pueblo por delante.

Lo único positivo era que el paisaje había cambiado un poquito y era más montañoso, ya no eran los interminables campos de trigo o sin nada, que parecían la luna.

Pero se hacía muy largo cada uno de los tramos. Quedábamos para realizar 30-35 kilómetros, pero cada tramo de estos con el aire en contra se hacían eternos, y encima la calor comenzaba a hacer también acto de presencia.

La primera parada para comer algo sólido fue en Puebla de Don Rodrigo y posteriormente en Piedrabuena. Aquí me recuperé un poco, por que la mañana estaba siendo durísima. Pero a partir de aquí vendría lo peor.

Aunque pedaleaba rápido el viento cada vez me dificultaba más el avanzar, encima ya estábamos por encima de 40ºC y el paisaje volvía a ser casi lunar, sin ninguna sombra y siempre a merced del viento. Pasamos Ciudad Real donde hicimos una muy breve parada y nos dirigimos hasta Daimiel donde hicimos una parada más larga para comer. Pero estaba siendo una locura todo esto. Yo la verdad es que no tenía ninguna noción de la hora del día en la que estaba. Solo pensaba en mi lucha contra el viento y en cuidar la hidratación.

El tramo que vino desde Daimiel hasta Ruidera fue inhumano. A partir de aquí fue un infierno, no literal, si no real. A más de 43ºC, unas subidas terribles, un aire en contra que cuando teníamos de lado casi nos tiraba de la bicicleta. Los bidones de agua e isotónico no me duraban más de 10 minutos, y pasado este tiempo, aunque los tuviéramos con hielo, no se podían beber.

Fue una parte durísima y el cuerpo ya casi estaba al límite. Me acordaré toda mi vida del pueblo de la Solana, valla nombre. Allí pensaba que iba a salir el demonio haciendo Kitesurf por los campos de cereales. De verdad que no os podéis ni imaginar lo que sufrí en ese tramo. Pero no podíamos parar, y encima cada vez íbamos peor de tiempo. Dar todo lo que tienes, ir todo lo fuerte que puedes, esforzarte al máximo... pero la temperatura y el viento no me dejaban avanzar.

Y encima mi hermano preocupado por que no nos veía avanzar. La verdad es que el poder hablar con él me animo, pero a él no se si lo tranquilizó más o le dejó peor. Esto era un infierno, pero que no terminaba aquí y que iba a seguir.
Seguimos hasta Ruidera, pero el tiempo se nos echaba encima. Y yo ya estaba roto, no podía más. A la sombra no se podía estar de la temperatura, pero yo tenía que estar al sol y pedaleando contra los elementos. Allí intentamos recuperar un poco y intentar ver la orografía que nos venía por delante

Mi primo David era el que me forzaba en todo momento a seguir, pero en Ruidera necesité una parada unos minutos más larga de lo previsto. A partir de aquí parecía que la llegada a Albacete sería más llevadera ya que parecía que íbamos en descenso, aunque yo ya sabía que no llegaría allí. Pero que va. Al salir de Ruidera un puerto de aupa y más viento aún.

Los kilómetros se hacían eternos y al pasar Ossa de Montiel una tormenta de arena. Parecía que había una máquina tirándome arena y el viento lateral era fortísimo. 

En una bajada me paré, no quería seguir, me la estaba jugando y de verdad, y cuando veo que peligra mi integridad física es cuando decido parar. No vivo de esto, mi familia esta en casa y no me la puedo jugar de esta manera. Pocas veces he parado de la bicicleta por miedo, una vez pasé mucho, pero esta vez me estaba llevando al límite, y no quería sobrepasarlo.

Pero debía seguir, más despacio, con más cuidado, extremando las precauciones. Y la dureza del terreno siguió, pero ya quedaba menos para llegar a Barrax donde decidimos parar, ya que mi hermano nos había aconsejado que había un buen hostal como así fue.

17 horas después de salir y 330km más, llegué al punto de descanso. Fue un día inhumano, pero así y todo me encontraba bien de fuerzas. Había estado todo el día al límite, pero dí todo lo que tenía dentro de mí y en mis piernas.

Ahora tocaba descansar un poquito y pensar en la siguiente etapa. 240km me separaban de Valencia, pero no había mucho tiempo para descansar, a medio día quería llegar a Algemesí para ver a África y habría que madrugar muchísimo y pedalear muy rápido para poder llegar.

Pero esto será mañana...

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